La noche: un asadero de pollo con olor a muerto, una esquina pasarela de putas y ladrones, un lugar pretexto para el alcohol y sus drogas, un nido hirviente de basura mal oliente, el espacio predilecto de algunos carniceros y sus pieles, una caravana de rejas y candados, un lugar inhabitado, inexistente ante las cámaras vigilantes (tal vez averiadas), el espejo de un callejón oscuro que da origen al titular matutino de un diario amarillista, el mismo diario que envuelve un aguacate, que limpia vidrios y protege porcelanas, hoy mantiene vivo el hecho de un crimen cometido en un espacio.
Un
náufrago sumergido en la noche, en el laberinto de calles y esquinas, en
ese cadáver seductor y amenazante de la ciudad que nos ahoga, nos sumerge, nos
aplasta, nos hace naufragar.
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